LA FLORA INTESTINAL ES NUESTRA «AMA DE LLAVES»
Somos unos 100 billones de células, tan sólo 20.000 genes y en cambio 10.000 billones de bacterias (microbiota) con múltiples funciones, la mayoría ubicadas en el intestino, donde también se encuentra la mayor parte de nuestro Sistema Inmune. Una alteración o desequilibrio de la flora intestinal (disbiosis) asociado a una elevada permeabilidad intestinal, puede comprometer de forma importante nuestra salud.
Debido a una inadecuada alimentación, el estrés, el abuso de medicamentos, exceso de metales pesados, de cafeína, alcohol o tabaco, cepas de bacterias “malas”, carnívoras y oportunistas pueden atacar a nuestras células del colon, produciendo una gran irritación y generando un proceso inflamatorio local. Los hongos (cándidas), aficionados a los dulces y los hidratos de carbono también pueden provocar disbiosis. En este desequilibrio, la delicada microbiota que colabora tanto con nuestras funciones vitales y con nuestra salud, puede transformarse en biomasa invasora y agresiva, promoviendo el desarrollo de pólipos, cáncer de colon y altos grados de toxemia, entre otros. Son síntomas de ello los excesivos aires, la hinchazón, las heces mal olientes y oscuras, y sus anormales consistencias.
Dime cómo comes y te diré que bacterias tienes
Nuestra forma de alimentarnos determina si hacemos procesos metabólicos bacterianos de putrefacción o fermentación. Dietas ricas en hidratos de carbono, orientan los procesos metabólicos de la flora intestinal hacia reacciones de fermentación dependientes de microorganismos sacarolíticos y permiten la proliferación de levaduras o candidiasis intestinal. En cambio, cuando la dieta es proteica, los procesos de disbiosis condicionan un aumento en la flora proteolítica y como consecuencia el metabolismo de putrefacción.
Se pueden reparar la microbiota y la flora intestinal para revertir desequilibrios en la salud, aunque para ello se deben establecer pautas y, en muchos casos, tratamientos de micronutrición específicos. Se puede evaluar también la presencia excesiva de levaduras y mohos que de igual modo forman parte de nuestro ecosistema.
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