Conocer los genes para una vida larga y saludable
La esperanza de vida sigue subiendo en el mundo desde 1960, pero más por un descenso muy significativo de la mortalidad infantil, que mejora la media, y del control de las infecciones, que por alcanzar unos mayores ratios de longevidad. Aún estamos muy lejos de Jeanne Louise Calment, que alcanzó los 122 años y mucho más lejos de la calidad con la que llegó a esa edad, después de una vida sin estrés, protagonizada por la actividad física regular y una alimentación saludable. Sin duda esta mujer puede representar el ejemplo de alcanzar el máximo potencial en la vida.
Pero en el camino de establecer una vida saludable hemos de tener en cuenta la individualidad, entendiendo que las recomendaciones generales son válidas para la mayoría, pero no lo son para todos. Uno de los ejemplos más claros, es que diversos estudios siguiendo la vida de muestras de población de distintas edades a lo largo de los años, demuestran en una parte de la población, que no todas las personas reaccionan positivamente a hábitos establecidos como saludables. Al menos entre un 20 y un 25% la población, según la Universidad del País Vasco en sus recopilatorios y estudios de Nutrigenómica (estudio de la influencia de la nutrición en la expresión genética), muestra síntomas adversos en el metabolismo ante la actividad física.
¿Puede haber alimentación considerada saludable no conveniente para una persona?
El ejemplo de la actividad física es trasladable a la alimentación y, por supuesto, al modo en que se enfocan los tratamientos médicos, planes de macro y micronutrición para tratar enfermedades y desequilibrios de la salud, planteando siempre la conveniencia de realizar un diagnóstico más integrativo y un tratamiento que tenga en cuenta el mayor número de particularidades que presenta cada individuo.
Resulta muy interesante averiguar cuál es nuestro patrón de vida larga y saludable a través de un estudio genético.
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